Para hacer teatro se requiere de una profunda vocación, entender el oficio como una forma de vida, como un camino que enriquece al espíritu, y no a los bolsillos. Las nuevas generaciones de teatristas dominicanos deben dedicar más tiempo al aprendizaje de la cultura nacional y universal. Los actores y actrices que se están formando en la Escuela de Bellas Artes presentan serias limitaciones en ese sentido.
Un artista escénico que no conozca las fuerzas que mueven la sociedad a la que pertenece sería incapaz de hacer un teatro verdaderamente representativo.
El señalamiento lo hace Iván García Guerra, dramaturgo, director escénico, actor y maestro de generaciones. Con 53 años de experiencia sobre las tablas, numerosas premiaciones y reconocimientos y un manto de respeto y admiración que aparece cuando se pronuncia su nombre, García Guerra posee toda la propiedad del mundo para hablar del tema.
Como actor se ha metido en la piel de doscientos veinte personajes. La bibliografía dramática del país registra sesenta obras de su autoría y durante toda su carrera ha luchado por la creación de una escena criolla que huela a dominicanidad, “que tenga el sabor de lo que somos”.
Por la gente
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El mismo artista confiesa que en toda una vida de trabajo teatral no ha buscado otra cosa que ayudar en la construcción de un mundo mejor. “Para mí el teatro es una forma de vida, no un medio para vivir. Nunca he pretendido hacerme rico con esto. Lo que me interesa es decir lo que quiero decir y aportar un poco a la sociedad”, afirma.
Motivado por ese deseo de aportar, el teatrista recorrió los principales pueblos y campos de la República sembrando la semilla del conocimiento. Si no todos, la mayoría de grupos teatrales del país le deben por lo menos un taller de esos que se imparten con mucho amor y sin ningún interés lucrativo.
El artista inició su recorrido por las tablas en 1955, cuando un vecino le propuso participar en “El gran teatro del Mundo”, de Calderón de La Barca.
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Sus pretensiones causaron cierto recelo entre algunos de sus compañeros. “El muchachito” quería imponer una nueva forma de hacer teatro, poner a un lado las formalidades rusas y hacer una propuesta más naturalista, más espontánea. Su permanencia como figura cimera de las tablas nacionales demuestra que consiguió su objetivo.
A pesar del cansancio que le llega con la edad, Iván García se mantiene presentando un promedio de cuatro obras por año. En esta etapa de su vida tiene una preferencia dividida entre la escritura y la enseñanza.
Tomado: http://dramaturgosdominicanos.blogspot.com